Corrían las últimas décadas del siglo XIX, cuando el
señor Eliseo Pareja llegó a El Carmen de Viboral y descubrió la riqueza de la
región en feldespato y cuarzo, minerales necesarios para la fabricación de
piezas cerámicas.
Sería este personaje el fundador de la primera fábrica
“Locería del Carmen” y el forjador inicial de una tradición de más de 110 años.
Eliseo Pareja, acompañado de Lisandro Zuluaga,
provenían de la locería de Caldas donde trabajaban como operarios, ellos
estaban en búsqueda de un lugar donde asentarse, ruta que los llevó a El
Santuario y, posteriormente, al municipio donde le dieron vida a sus piezas
cerámicas desde el año 1898.
Con el paso del tiempo comenzaron a establecerse nuevas
fábricas de loza y algunos talleres en predios familiares, tanto así que en el
año 1987 se contaban con 27 establecimientos dedicados a la producción de
vajillas del Carmen de Viboral.
Fue de esta manera como algunos carmelitanos se
hicieron cercanos a la arcilla, la fábrica, a los molinos rústicos con los que
se generaba energía para procesar la materia prima y a la manera primitiva como
se producían estas piezas de barro. Algunos artesanos recuerdan los largos
trayectos por caminos reales, con pocillos, platos y tazas a lomo de mula,
dirigiéndose a Sonsón y como destino final al centro del país.
A finales de la década de los 80´s, la fábrica de
cerámica La Continental comenzó un proceso de exportación que aceleró su éxito
y reconocimiento. Las vajillas del municipio llegaban a todo el país, se sabía
del oficio de los ceramistas, se destacaron algunas de las pintas plasmadas por
las decoradoras y se hablaba de más de 2000 familias que sobrevivían gracias a
la producción de loza.
Sin embargo, a mediados de los 90´s disminuyeron
significativamente los encargos de vajillas como resultado de la apertura
económica (con la que ingresó cerámica al país a bajos precios) y el uso de
materiales de plástico como utensilios cotidianos de cocina. Finalmente, estos
factores provocaron que numerosas fábricas y talleres cerraran sus puertas.
Así finalizó lo que algunos llamaron la época dorada de
la cerámica. Sin embargo, quedaron algunos talleres familiares que resistieron
por el amor que profesaban los artesanos a la transformación del barro y porque
todas sus vidas habían sido dedicadas a este oficio. Continuaron motivados por
los recuerdos de otros días.
Cuando se pregunta por alguna vieja fábrica de loza, aparecen
nombres como La Moderna, La Continental, El Cóndor, La Júpiter, entre otros.
Algunos carmelitanos más, mencionan el recuerdo de carreteras veredales
invadidas por recortes de loza en bizcocho, sin pintura ni esmalte: “las calles
de Campo Alegre –dicen– tenían una apariencia blanca”.
Cibergrafía : www.delcarmendecor.com
Fotografías: Luis Del Rio
Fotografías: Luis Del Rio
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